La Revolución
Científica es uno de los grandes acontecimientos que definen al
mundo moderno: comienza con la publicación de la obra de Copérnico y culmina
con la obra de Newton, pasando por la aportaciones, entre otros, de Galileo y
Kepler. Tal acontecimiento no sólo conduce al mundo de los objetos, sino que se
convierte para el espíritu en un medio para llevar a cabo su propio
conocimiento (nacimiento filosofía moderna).
Con ella se quiebra la imagen del mundo antiguo y medieval: el espacio y el
tiempo se ensanchan hasta el infinito. Y la razón es lo único que nos permite
entrar en ese ámbito, la que lo asegura, la que le pone medidas y límites: no
en lo físico, sino en lo legal. En la nueva imagen del universo confluyen tanto
el ímpetu por lo singular y concreto, lo fáctico; como el deseo de lo
universal. La observación sensible tiene que aliarse con la medición exacta y
de ambas surgir la nueva teoría natural.
Galileo y Kepler concibieron la idea de ley natural en toda su amplitud y
profundidad, pero solo pudieron aplicarla en fenómenos naturales aislados:
faltaba por mostrar que la legalidad rigurosa que regía en las partes podía
extenderse a la totalidad y que el universo, en cuanto tal, era accesible a la
comprensión exacta del conocimiento matemático y adecuadamente abarcable por
él. La obra de Newton aporta esta prueba.
Época a la que D´Alambert caracteriza como la de la Filosofía. Con él se
creía haber llegado a encontrar, por fin, tierra firme, encontrar un fundamento
que ya no podría ser conmovido por ningún cambio en el conocimiento de la
naturaleza.
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