En los siglos XI y XII se difundieron
nuevas técnicas y herramientas dentro del campo agrícola que
aumentaron y rentabilizaron la producción en gran medida:
- El arado de vertedera o normando.
La
cuchilla que araba la tierra era de hierro y era desigual, por lo que
penetraba mejor. Este nuevo arado también incluía la collera y las
herraduras de clavos. Con estas novedades se pudieron usar caballos
para arar, ya que eran más rápidos y resistentes que los bueyes.
También se le añadieron ruedas, y así el agricultor no tenía que
llevar el peso del arado.
- La rotación trienal.
Consistía en
dividir la tierra en tres parcelas distintas, que cada año estarían
dedicadas a algo diferente, según un sistema de rotación. El primer
año, había en una parcela trigo (o cualquier tipo de cultivo), en
la segunda legumbres, y la tercera se dejaba en barbecho, para que la
tierra reposase y recuperase nutrientes. Al año siguiente, la
primera parcela se dejaría en barbecho, la segunda albergaría
trigo, y la tercera legumbres; y al año siguiente, la primera
tendría legumbres, la segunda barbecho y la tercera trigo. Así se
conseguía una mayor rentabilidad de la tierra, pero fueron
necesarias la selección de semillas, y una mayor cantidad de abono.
- El molino de agua.
Previamente se
conocía sólo el molino de viento, y aunque aparentemente sean
igualmente útiles, el molino de agua supone un avance respecto al
anterior.
Un molino de viento está sujeto a la situación
meteorológica, es muy sencillo si no corre el viento, las aspas no
se mueven. Además, por aquel entonces Europa era una extensión muy
frondosa y estaba plagada de bosques. De este modo, eran pocos los
lugares en los que el viento soplaba con fuerza.
El molino de agua
fue una revolución porque el agua y los ríos eran
abundantes por todo Europa y el ser humano
tiende a asentarse y crear núcleos urbanos a orillas de ríos, en
zonas fértiles. La mayoría de las aldeas
y pueblos medievales contaban con su propio río, donde podían
construir magníficos molinos de agua.
Además, se introdujeron nuevas
técnicas de cultivo que facilitaron el trabajo agrícola como el uso de la collera y la herradura en los
caballos de tiro.
En la zona mediterránea se extendió el
regadío y se introdujeron nuevos cultivos.
Además de estas innovaciones técnicas, hubo una mejora del clima, creándose unas condiciones propicias para los cultivos, de modo que la agricultura comenzó a rentar más y la producción aumentó.
Al aumentar la producción alimenticia, se rompieron los esquemas de autosuficiencia del feudalismo, pues en las casas comenzaron a sobrar alimentos, y dichos excedentes podían ser intercambiados o destinados a la venta en los mercados, las ferias o incluso en las resurgentes ciudades.
La abundancia de alimentos fomentó el comercio, práctica que se había perdido debido a la ruralización de la población tras la caída del Imperio Romano y la llegada de los invasores nórdicos.
Las ciudades crecieron, y se convirtieron en grandes centros de intercambio de productos tanto agrícolas como artesanales
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