Esta etapa se caracterizó por
el predominio militar y político de Al Ándalus sobre los
núcleos cristianos primero y los reinos y condados después.
Inicialmente los reinos cristianos sobrevivieron de forma residual en
las zonas montañosas de la Cordillera Cantábrica y los
Pirineos.
Desde el año 740 para el Reino de
Asturias y el año 802 para la Marca Hispánica, estos territorios se convirtieron
en Estados organizados (reinos, condados...) más o menos
consolidados. Con todo se mantuvieron sujetos a la supremacía
andalusí avanzando únicamente en los territorios abandonados por los
musulmanes como el valle del Duero o cuando estos se dividían y se
debilitaban por conflictos internos.
Esta etapa finalizó cuando se
rompió definitivamente la unidad interna de andalusí (1009-1031).
A
partir de ese momento ni las taifas ni los imperios norteafricanos
posteriores fueron capaces de restaurar la supremacía musulmana
sobre la Península Ibérica.
Predominio cristiano
(1031-1492).
Durante esta etapa los cristianos
se impusieron política y militarmente sobre un Al Ándalus dividida.
En un primer momento impusieron a las taifas andalusies impuestos
para garantizar su no agresión, las parias.
Posteriormente
iniciaron la conquista y ocupación de las taifas. Solo
la intervención almorávide y almohade (imperios
norteafricanos) frenó e incluso hizo retroceder temporalmente a los
cristianos. Sin embargo en ningún momento se restauró la supremacía
musulmana del periodo anterior.
Tras la derrota de los almohades
en Las Navas de Tolosa, 1212, la supremacía cristiana se hizo total e imparable.
Durante
toda su historia el Reino musulmán de Granada (1238-1492) estuvo
bajo la presión o protección de la Corona
de Castilla.
La reconquista finalizó con la conquista de la capital
nazarí en el año 1492.
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