Hacia el siglo XI, el comercio se recuperó porque la producción agrícola y el dinero disponible aumentaron. El dinero aumentó gracias a que se descubrieron minas de oro en el centro de Europa y también gracias el oro que llegaba de África.
Ahora, los caminos eran más seguros, entonces se recuperaron las rutas comerciales terrestres. Las ciudades solían tener un pequeño mercado semanal en el que se intercambiaban los productos del campo y los artesanales.
También había una feria una vez al año. Estas eran grandes mercados que duraban una o dos semanas, a los que acudían personas de muchas partes de Europa. Muchas de las ferias eran organizadas por los reyes, quienes garantizaban seguridad en los caminos y en la propia feria a cambio de que los mercaderes pagasen un impuesto especial.
Además de las ferias solía haber una lonja en cada ciudad. Esto era un edificio pensado para los negocios.
También aparecieron nuevas técnicas y estrategias.
Una de ellas era la del oficio de los cambistas, que eran personas que cambiaban las monedas de los distintos reinos.
También aparecieron las letras de cambio, que eran pagarés, cheques que te permitían no llevar siempre dinero encima y así si te atracaban no te robaban nada.
Al mismo tiempo surgieron las casas comerciales que eran asociaciones mercantiles que se dedicaban al comercio internacional.
Con el tiempo, el comercio marítimo adquirió más importancia que el terrestre. Las dos rutas comerciales por mar más importantes hacia los siglos XIII y XV eran:
- Ruta del Mediterráneo.
Era una ruta muy larga que unía el mundo cristiano con el mundo musulmán. Las cruzadas permitieron la entrada de barcos comerciantes a Tierra Santa y a oriente.
Los protagonistas cristianos de esta ruta eran las ciudades de Venecia, Génova, Pisa, Marsella y Barcelona.
Los productos que más se compraban a los musulmanes y a los bizantinos eran tejidos lujosos, perfumes y especias, y lo que más se vendía eran tejidos de lana, alimentos, armas y herramientas.
- Ruta de la Hansa.
Esta ruta cruzaba el mar Báltico, el mar del Norte y el Atlántico. Se llamaba así porque estaba controlada por la Hansa, una asociación de ciudades nórdicas que se encargaba de controlar el comercio fluvial, el marítimo y el terrestre de esa zona.
Se comerciaba con lana de Castilla y de Inglaterra, con vino francés y con hierro, pieles, trigo y madera traídos del Báltico.
Gracias a estas rutas aparecieron dos grandes centros económicos que eran el Norte de Italia (Milán, Génova, Venecia, Pisa y Florencia) y Flandes (Brujas, Gante, Ipres y Amberes). Estos dos centros se convirtieron en ciudades muy importantes políticamente y culturalmente, porque eran puntos de intercambio de culturas, ideas, conocimientos, arte etc.
Otra ruta que se desarrolló fue la Ruta de la Seda.
1 comentario:
me a servido de mucho en un trabajo , gracias
Publicar un comentario