La hostilidad entre los musulmanes suníes (80 %
del mundo del Islam) y los chiíes (10 % del mundo del Islam),
cristalizada en guerras periódicas desde la muerte misma de Mahoma en el 632,
obedece a prejuicios históricos y a diferencias políticas y doctrinales..
Cinco razones de fondo explican la hostilidad:
1. A
la muerte de Mahoma, un grupo de seguidores defendió que el sucesor tenía que
ser su primo y yerno Alí, para mantener la línea de parentesco, mientras
otro bando se alineaba con el gobernador de Siria, Muawiya, miembro de la
familia de los Omeya.
La batalla de
Kerbala (Irak) en el 680 marcó el principio del cisma entre los
chiíes -seguidores de la línea de parentesco- y los vencedores suníes.
2. En
el terreno doctrinal, para los suníes todo está cerrado con el Corán y los
dichos y hechos del Profeta transmitidos de modo oral. Los chiíes creen
que su duodécimo líder, el imán Mahdi, desapareció milagrosamente y
volverá al final de los tiempos. Su mesianismo tiene reminiscencias del
judío, y de modo más vago, de la segunda venida de Cristo.
3. Los
suníes son iconoclastas radicales y detestan cualquier representación
de la divinidad, o mediación entre el hombre y Alá. Los chiíes creen en el
poder de intercesión de sus santos, y les rinden veneración en santuarios.
4. Para
el pensamiento chií, el líder religioso también ostenta el rango de
caudillo en el terreno político. El imán Jomeini constituye su tipo ideal.
Los suníes en cambio han respetado casi desde los orígenes cierta separación
entre el poder espiritual y el temporal.
5. Los
chiíes creen en la necesidad del clero -los mulás y los ayatolás-, que son
guías de la comunidad. Los suníes rechazan el clero como principio de
autoridad religiosa: sólo creen en la relación directa del fiel con Alá, y en
la interpretación personal del Corán.
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