Europa experimentó un considerable progreso material y espiritual en el siglo XI.
Las invasiones de normandos y húngaros fueron rechazadas, y las nuevas condiciones técnicas y políticas propiciaban el despegue económico.
En este ambiente se desarrolló una nueva corriente artística, el románico, que se extendió en el Occidente del continente europeo durante los siglos XI y XII.
Arquitectura
Los señores feudales, laicos y eclesiásticos pusieron de manifiesto su poder con la construcción de monasterios y de castillos, que son las obras más representativas de la arquitectura románica. La difusión del nuevo estilo se vio favorecida por la vía de las peregrinaciones y de las cruzadas.
Los elementos técnicos utilizados supusieron considerables conquistas, en especial el sistema de cubiertas. Se trataba de pasar de la basílica con techumbre de madera a un edificio completamente abovedado, para lo cual hubo que resolver el enorme problema de las fuerzas oblicuas que generaban las bóvedas.
En España, el románico tuvo su eje en el Camino de Santiago y su límite en la frontera con Al Andalus. En la arquitectura románica española aparecen características propias: los edificios son pequeños y las técnicas constructivas sencillas, sin alardes de bóvedas o de grandes plantas, aunque hay excepciones.
Escultura y pintura
Los elementos estéticos del románico constituyen un resumen del espíritu abstracto del arte germánico, expresado en su interés por la decoración figurativa, propia del arte romano.
La decoración escultórica se desarrolló en las portadas y en los capiteles. Esta sumisión al marco arquitectónico condicionó la composición de figuras y escenas, y la inspiración religiosa influyó en su tratamiento, buscándose la expresividad.
Al igual que la escultura, la pintura formaba parte del conjunto arquitectónico. Consistía en frescos pintados en los techos y en las paredes alrededor del altar de las iglesias.
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